Padre de bondad y misericordia,
fuente inagotable de vida y felicidad,
te pido, por intercesión de San Pío,
me concedas ser semejante a él:
sencillo y humilde, como las florecillas del campo,
libre y alegre, como los pájaros del cielo;
pobre y laborioso, como su san Francisco,
porque confío en tu Amor y en tu Gracia.
Hoy te ofrezco libremente cuanto soy y cuanto tengo:
deposito mi pasado en tu misericordia,
encomiendo mi futuro a tu providencia
y me quedo tranquilo como un niño pequeño
en brazos de su madre cariñosa,
tratando de vivir un día a la vez.
Te entrego mi memoria,
mi inteligencia y mi voluntad.
Te consagro mis fuerzas y mis límites:
tómame como soy y haz de mí
como hiciste de Pío de Pietrelcina,
un buen cristiano y un honrado ciudadano
que te alabe sirviendo a mis hermanos.
Amén.